¡Bien hecho!

La escuela donde mi hijo Brian es entrenador de fútbol perdió el partido por el título estatal en una dura batalla. Hacía dos años que su oponente estaba invicto. Le envié un mensaje de texto para compadecerme de él y recibí una respuesta escueta: «¡Los chicos lucharon!».

La voluntad de Dios

A veces, obedecer la voluntad de Dios es difícil: nos pide que hagamos lo correcto, que soportemos las dificultades sin quejarnos, que amemos a personas complicadas, que escuchemos la voz en nuestro interior que nos dice que no debemos hacer algo, que demos pasos que preferiríamos no dar. Por eso, debemos decirle a nuestra alma todo el día: «Oye, alma, presta atención. Guarda silencio. Haz lo que el Señor te pide».

El dulce aroma de Cristo

Conocí a un hacendado que vivía cerca de Lometa, Texas. Sus dos nietos eran mis mejores amigos. Íbamos a la ciudad con él, y lo seguíamos mientras compraba y conversaba con todos. Se detenía por todas partes y preguntaba por un hijo enfermo o un matrimonio difícil, y ofrecía siempre una palabra de ánimo. Compartía pasajes de la Escritura y oraba si era el momento adecuado. Nunca me olvidaré de aquel hombre; era muy especial. No imponía su fe a nadie, pero siempre parecía dejarla por donde pasaba.

Cristianismo auténtico

Hace años, solicité empleo en una organización cristiana, y me dieron una lista de reglas sobre el uso del alcohol, el tabaco y ciertas formas de entretenimiento. La explicación era que esperaban que sus empleados tuvieran un comportamiento cristiano. Podía cumplir con la lista porque, por razones no relacionadas mayormente con la fe, no hacía esas cosas, pero mi lado argumentativo pensó: ¿Por qué no tienen una lista sobre no ser arrogante, insensible, áspero, espiritualmente indiferente y crítico? De eso, nada.

La pasión de tu vida

Hace años, mi esposa y yo bajábamos con unos amigos por un sendero angosto que rodeaba una colina, con una profunda caída de un lado y una ladera imposible de escalar del otro. Cuando llegamos a una curva, vi un oso enorme paseando, moviendo la cabeza de un lado a otro y resoplando tranquilamente. Como estábamos contra el viento, no había detectado que estábamos ahí.

Él nos acogerá

Mi vieja perra está sentada a mi lado, mirando el infinito. ¡Cuánto daría por saber en qué piensa! Una cosa sí sé: no está pensando en que se va a morir, porque los perros no «entienden»; no piensan en el futuro. Pero nosotros sí. Independientemente de la edad, la salud o la riqueza, en algún momento pensamos en la muerte. Y esto se debe a que, a diferencia de los animales, tenemos entendimiento (Salmo 49:20). Sabemos que vamos a morir y no podemos hacer nada para evitarlo: «Ninguno […] podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate» (v. 7). Nadie tiene suficiente dinero para pagar ser exento de la tumba.

Ocuparme de mis asuntos

Hace años, mi hijo Josh y yo ascendíamos por un sendero montañoso cuando divisamos una nube de polvo en el aire. Avanzamos lentamente y descubrimos un tejón muy ocupado haciendo una cueva en la tierra. Con la cabeza y los hombros en el agujero, cavaba vigorosamente con las patas delanteras, mientras quitaba la tierra con las traseras. Estaba tan concentrado en su trabajo que no nos oyó.

El «no tan maravilloso» mago de Oz

En El maravilloso mago de Oz, Dorothy, Espantapájaros, Hombre de hojalata y León cobarde vuelven a Oz con la escoba que empoderó a la Bruja mala del oeste. A cambio de la escoba, el mago había prometido darles sus cuatro deseos más profundos: un viaje a casa para Dorothy, un cerebro para Espantapájaros, un corazón para Hombre de hojalata y valentía para el León cobarde. Pero el mago lo posterga y les dice que vuelvan al día siguiente.

Déjale los resultados a Dios

Hace años, me invitaron a hablar en una fraternidad universitaria. Todos estaban celebrando porque acababan de ganar un campeonato de fútbol. ¡La cena era un caos! Al rato, el presidente de la residencia anunció mi presencia.

¿Le importamos a alguien?

Durante unos meses, me he estado comunicando con un joven que está pensando profundamente en la fe. En una ocasión escribió: «No somos más que diminutos e infinitesimales incidencias pasajeras en el cronograma de la historia. ¿Le importamos a alguien?».